A pesar de los juicios agoreros, de los esfuerzos de todos los “enterradores” de turno y de las mimetizaciones increibles que hace tiempo han tenido lugar, he aquí que siempre, obstinadamente, el surrealismo persiste.
Al ser capaz de reactualizar su deseo, al demostrar que ha podido saltar la barrera de las generaciones y sobrevivir a las más graves encrucijadas de la historia, el surrealismo ha dado muestras de ser mucho más que un “ismo” o un movimiento de “vanguardia”: ha dado muestras de las razones de su permanencia.
Pero persistir y permanecer no significa –como lo pueden llegar a entender los eternos derrotistas, falsificadores mezquinos de toda ideología–, un mero “mantenerse en el tiempo”: reducirlo de tal modo a los horizontes de un simple “objeto museable”, es lo que más quisieran y les convendría a tantos de sus enemigos, confesos y declarados, como a los “parásitos oportunistas” –siempre dispuestos a medrar de cada gota de sangre intelectual derramada, como a beberse el agua entera del océano.
¿Qué es lo que aporta semejante grado de vitalidad y ha hecho que en estos momentos tiendan a proliferar tantos grupos surrealistas en el mundo, tal como ha venido sucediendo efectivamente en Leeds, Londres, Madrid, París, Praga, Ioaninna, Atenas, Estocolmo, Lisboa, Chicago, Portland, Minessota, Huston, Buenos Aires, Montevideo, y tantos lugares?
Hablamos de una actualidad tan ACTUAL que, los que solamente tienen ojos para apreciar el brillo (eso sí, refulgente) de las que consideran como “generaciones pasadas” (en gran parte mucho más actuales que lo que ellos mismos quisieran), ni siquiera se les ocurre que pueda distinguirse, en medio de esta noche cerrada y persistente, el nacimiento de otras nuevas constelaciones.
Ellas están allí sin embargo, y la mayor prueba de su existencia no radica simplemente en su “permanencia en el tiempo” –ni siquiera en sus posibles cualidades “renacentistas” (pues, ¿qué es lo que ha renacido, qué es lo que ha muerto?): están allí para demostrar que el surrealismo ha sabido permanecer fiel a sí mismo y, a la vez, siempre cambiante.
¿Qué es lo que demostraría, en el año 2006, la actualidad del surrealismo, y su persistencia? No ha de ser aquello que esperan los ansiosos de la novedad por la novedad, los aburridos del espectáculo, ni lo que facilite su “identificación” por unos espíritus muy esquemáticos e imbuidos de nostalgia por los aspectos más “folklóricos” de su vulgata, por sus formas más superficiales e inventariadas.
Si en algo resulta peligroso el surrealismo (para los imbéciles), el surrealismo y su actualidad, es porque sencillamente hoy se halla entre nosotros, porque contra todo pronóstico aún le descubrimos en nosotros mismos: por cierto como una capacidad para reaccionar contra lo insoportable, pero asimismo –y esto es lo más importante–, porque nos hace ver cuál es la riqueza y el potencial de nuestro DESEO.
Para nosotros esta constatación es de Oro. En nuestro concepto, su capacidad para la atracción y la repulsa se hallan inalterables –e inclusive, ilimitada y apasionantemente inalterables–, por lo que es esta constatación de la existencia de sus propios resortes sensibles y afectivos, la única que puede decidir sobre su destino.
Juan Carlos Otaño
11 de abril de 2006